Realizar esta actividad ayuda a mejorar la expresión en público y la autoestima, aseguran profesores y sicóloga clínica.
Cada lunes, la azotea de la Facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), en la avenida Brasil 2147, se llena de beatboxing (sonidos de percusión con la boca) y doble tempo (rapeo rápido). Hasta ahí llegan 50 alumnos –de 20 carreras distintas- para tomar el ramo electivo “Taller de rap y freestyle”, que es parte del Programa de Formación Fundamental de la PUCV.
¿Por qué una universidad quiere que sus estudiantes manejen la habilidad de improvisar con rimas? “El objetivo es desarrollar habilidades socio emocionales en los estudiantes, y de esa forma fomentar el respeto, el desarrollo de la creatividad y el trabajo en equipo”, explica Sebastián Mendoza, sicólogo de profesión y rapero de oficio, más conocido como MC Samo en Spotify.
La meta, dice, es que los jóvenes puedan desarrollar personalidad y tomen herramientas para expresarse libremente en público, aprendiendo técnicas del habla rítmica y la jerga apoteósica que caracterizan a este estilo. “Dentro de todo el estrés y la presión, este es un lugar donde puedes relajarte un poco, comprender y aprender de una forma distinta, más amable y artística”, agrega Mendoza.
Escrito y hablado
Alejandro Gutiérrez, periodista y campeón nacional 2009 de Freestyle, conocido como Soldiar y que es también profesor de la asignatura, aclara los conceptos. “La raíz es el hip hop: a partir de ahí se desprende el rap, que es el arte de la rima escrita, las canciones, requiere de una elaboración previa. El Freestyle, en cambio, es improvisado: no estamos con un papel, sólo con una pista y rapeando lo que se nos venga en el momento”, señala.
Por eso la clase se divide en una parte en la sala, donde los alumnos aprenden técnicas de escritura, y luego suben a la terraza del edificio para lanzarse a improvisar.
El foco de las actividades es vencer la timidez y el miedo a hablar en público. Un temazo, dice Gutiérrez, tomando en cuenta que la pandemia y las obligadas clases online derivaron en que algunos alumnos de tercer año no conocían en forma presencial a sus compañeros de carrera.
Ya han realizado el taller en varios colegios y centros del Sename, pero esta es la primera vez que llegan a una universidad.
“La ventaja es que se trata de algo fácil, no requiere de un conocimiento previo ni saber tocar un intrumento. Suelto mis palabras y no importa si rima o no, lo importante es desahogarme y expresar”, asegura Gutiérrez.
“No queremos mezclarlo con los estilos urbanos que hoy predominan, y que hablan de droga y violencia. No somos trap, tratamos de remar para el otro lado, el lado terapéutico”, comenta.
¿Consejo para empezar? “Leer constantemente. En la mente se va conservando una base de datos de palabras. Después, cuando te dicen sentimiento, ya sabes que rima con fundamento, con talento, con todas esas palabras que uno ya tiene y luego aparecen”. Asegura.
Vencer la vergüenza
Enzo Ceroni, estudiante de Ingeniería Civil Industrial, es alumno del taller y participante de las batallas de freestyle, donde es conocido como Enzerio (en Instagram enzerio.0ni). “Rompe un poco con los paradigmas de ramo de la universidad, es bonito porque tiene parte práctica y varios se han atrevido a improvisar. Y los que no, igual los entiendo, porque yo también pasé por ese proceso de tener vergüenza a que me escuchen”, reconoce.
Destaca la combinación de teoría y práctica. En la azotea hacen un círculo con todos los que se animen a improvisar usando lo aprendido. “Tengo un compañero que entró al ramo y está partiendo de a poco. Me decía que la primera clase no se atrevió a ponerse en el círculo. La segunda quizás no rapeó en todas las pasadas, pero lo hizo en algunas”, relata.
Ahora espera que el curso desarrolle lo que llama habilidades básicas. “Por ejemplo, saber fluir, entrar en la pista, generar una armonía musical –eso se denomina flor- y soltarse. Aunque no rime, es rapearlo y la práctica te va a llevar a mejorarlo. Uno se suelta cuando está solo al principio, entonces primero hay que focalizarse en el trabajo interno para después poder proyectarlo”, concluye.
Óscar Valenzuela – LUN